martes, marzo 21, 2006

Profecía y la Biblia

“Profeta les levantaré... y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta. El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá. Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él.” (Deuteronomio 18:19-22)

La Biblia misma nos da la prueba a que debe ser sometido todo dicho profético. Si es inspirada por Dios, la profecía se cumplirá con un cien por ciento de certidumbre. Nueve cumplimientos de cada diez profecías no es suficiente.

D. James Kennedy reporta que el tabloide National Enquirer publicó en 1975 las predicciones de diez de los adivinos más importantes en el mundo que debían suceder en los últimos seis meses de ese año. ¿Sabe cuántas de ellas se cumplieron? ¡Ni una! Parecería que si una persona predice sesenta y un cosas, por lo menos debería tener suerte suficiente para por lo menos acertar en una de ellas. Tal vez Dios quería mostrar qué incapaces son ellos de predecir el futuro.

Profecía Acerca de la Misma Biblia

Jesús prometió:

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35).

Los enemigos de las Sagradas Escrituras han existido desde tiempo antiguo. Desde los emperadores romanos hasta los gobiernos comunistas han tratado de destruir El Libro de los libros.

El impío rey Joacim destruyó un rollo con profecías cortándolo con un cortaplumas y echándolo en el fuego. (Jeremías 36:22-23). El juicio de Jehová sobre él fue así: “No tendrá quién se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche.” (Jeremías 36:30). A los tres meses de la muerte de Joacim, su hijo fue deportado a Babilonia.

El emperador Dioclesiano ordenó en el año 303 d. C. que se pusiera fin a todas las reuniones de los cristianos, la destrucción de sus lugares de reunión y todos sus escritos sagrados.

Irónicamente, 25 años después, Constantino, el siguiente emperador, comisionó a Eusebio para que preparara 50 copias de la Escritura a expensas del gobierno romano.

A través de la historia se hicieron todo tipo de intentos de mantener la Biblia fuera del alcance del hombre de la calle. Las “quemas de Biblias” vinieron a ser una práctica común de la iglesia Católico-Romana. Los que eran atrapados en posesión de una copia de las Escrituras eran sometidos a tortura y muerte. Aún así, la Biblia ha sobrevivido, conforme a la promesa del Señor.

Con razón el Apóstol Pedro escribió que “la palabra del Señor permanece para siempre.”
(1 Pedro 1:25).


Artículo extractado del libro Evidencias de la Inspiración de la Biblia, disponible de Los Pentecostales de Royalwood - 713-473-1215.

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