lunes, enero 21, 2013

¿Traduciendo la Biblia o tergiversando su contenido?

¿Traduciendo la Biblia o tergiversando su contenido?  

La mayoría de las palabras en cualquier lenguaje tienen una variedad de significados, pero por regla el contexto automática y efectivamente suprime todos los significados que no son apropiados. ~ Walter C. Kaiser, Jr.

Haríamos bien en prestar atención a las palabras de arriba, escritas por uno de los más conocidos eruditos de los idiomas bíblicos, Walter C. Kaiser, Jr.

Lo dicho por él es una de las razones por las que la Escritura no debería ser traducida mecánicamente con un Diccionario o Léxico en la mano. Aunque esto es precisamente lo que hace la gente, mayormente en el internet, anunciando al mundo entero cuál versículo ha sido "mal traducido" en esta o aquella Biblia. Lo que olvidan (¿O tal vez no lo saben?) es que ¡el contexto es el que determina el significado! Y no el Léxico.

La función de un léxico es darnos las varias maneras en las que una palabra puede ser empleada en determinado idioma, dando los usos semánticos de la misma. Pero, cada palabra puede tener una variedad de significados dependiendo de la manera en que el autor la esté usando. Piense el lector en palabras como "bomba", "batería", etc. que pueden ser usadas en diversas maneras en el español. El significado, lo determina el contexto en el cual tal palabra fue usada.

La equivalencia exacta entre, por ejemplo, el griego y el español no existe en multitud de expresiones bíblicas. La traducción bíblica no es tan simple como la gente parece pensar. De hecho, si alguno de los lectores a intentado alguna vez traducir un folleto o libro del inglés al español han encontrado esta situación en multitud de ocasiones.

Déjenos darle un ejemplo: La palabra "yellow", dependiendo de su uso, puede ser traducida tanto como "amarillo" así como "cobarde". Sería un error agarrar un diccionario inglés y español y tratar de forzar el significado "amarillo" en todo lugar donde se emplee tal palabra.

Otro ejemplo: La palabra "mordida" significa, traducida al inglés, tanto "bite" como "bribe". Si alguien confudiera los significados, o tratara de forzar el significado del diccionario para que siempre se traduzca como "bite", algunos tipos de comunicación serían ilegibles para los de habla inglesa.

La mayoría de los comités de traducción de la Biblia (con la excepción de los llamados "testigos de Jehová" y algunos falsamente llamados "mesiánicos) han estudiado los idiomas por años, y han tenido que aprender tales usos en la práctica. El estudiante que desconoce la gramática y usos de la lengua, lastimosamente, no está capacitado para traducir correctamente la Biblia. Es por ello que cada vez que alguien contiende por una u otra traducción de una determinada palabra, la mejor pregunta es:

¿Dónde estudió ese idioma?

Seguida por:

¿Puede describir la función que tal palabra tiene en la oración?

Etc., etc.

Si la persona no sabe lo básico de la gramática y sintaxis del hebreo o griego, ¿cómo puede pretender corregir a alguien que ha estudiado estos por años y años?

La interpretación de la Biblia es una ciencia y un arte sagrados, debemos hacerlo con responsabilidad y con madurez cristiana.

¿Y usted?

¿Está traduciendo la Biblia o tergiversando su contenido?

jueves, enero 03, 2013

¡No me gusta leer!

Con frecuencia hemos escuchado a la gente decir: "¡No me gusta leer!" En nuestra página de Facebook hemos expresado nuestra frustración con tal frase:

 Oir decir a alguien: "No me gusta leer libros" es una tremenda tragedia, especialmente en un mundo donde millones desearían poder hacerlo pero no pueden.

Casi suena como la persona que teniendo dos buenas piernas dice: "No me gusta correr". ¡Qué no daría un inválido por tal capacidad! De hecho, hay muchos "inválidos" alrededor del mundo que por varios motivos no han tenido la oportunidad de aprender a leer, pero ¡cómo desearían poder hacerlo!

El primer libro me obligaron a leerlo, hablo un poco acerca de este tema aquí.

Hay algunos factores que influencian cuánto disfrutamos la lectura. Uno de ellos es nuestra habilidad de leer (si, ya sé que suena obvio); otra es nuestra habilidad de comprensión. La tercera es la manera en que aprendemos. Esto afectará la clase de libros con los cuales uno debe comenzar su aventura de lectura. Hay autores que son extremadamente interesantes y cautivan la atención y desafían la imaginación desde la primera línea, hay otros que escriben simplemente por información y son "aburridos" a menos que uno verdaderamente quiera aprender el tema que tratan. Lo importante es comenzar con algo que sea simple y que uno pueda gozar sin tener que trabajar en meditar, comprender argumentos profundos o memorizar conceptos.

Hay novelas cristianas de calidad que enseñan mientras divierten, otras desafían a una mayor vida de oración o a una consagración cristiana más devota. Al mismo tiempo, uno no debe quedarse en un nivel de lectura.

Algunos maestros aconsejan leer por lo menos un libro al año que esté "por encima de nosotros"; es decir, que sea de un tema o altura intelectual superior. Un libro que nos haga sacar el diccionario a buscar palabras, que nos haga trabajar para entenderlo. De esa manera creceremos y personalmente he visto que esto es cierto en la práctica. Uno a veces vuelve a leer un libro que antes le pareció durísimo de entender y se da cuenta que ya no es tan difícil, que los conceptos enseñados son fáciles de entender. O sea, uno se da cuenta que ha progresado.

Termino con este enlace.

Su siervo,

G. Jorge Medina
Defensores de la Fe
http://www.defensoresdelafe.org