¿Reconoceremos a nuestros familiares en el reino de los cielos?
La
respuesta bíblica parece ser afirmativa por las siguientes razones:
• Cuando alguien muere, la Biblia
afirma que “fue unido a su pueblo”. Vea Génesis 25:8; 35:29; 49:29; Números
20:24; Jueces 2:10, etc.
• Cuando el bebé de David muere,
éste confiesa: “Yo voy a él,
mas él no volverá a mí.” (2 Samuel 12:23). Parece seguro de que lo verá y de
que podrá reconocerlo.
• Cristo estaba seguro de que
compartiría con sus discípulos en el reino de Dios (Lucas 22:17–18). Sería
extraño que los discípulos se encontraran sentados en una mesa llena de
personas extrañas; lo más seguro es que podrían reconocerse y compartir no sólo
el gozo presente, sino las memorias vividas juntas.
•
Imagínese llegar al cielo y que Juan no se acuerde de su hermano
Jacobo, que murió como mártir por el Evangelio, o que Pablo no reconozca
a
Bernabé o a Juan Marcos; o que Daniel no reconozca a Sadrac, ni éste a
Mesac, o
Eliseo a Elías. O que usted no pueda reconocer a sus hijos, ni ellos a
usted.
No sería un lugar de perfectas relaciones, sino uno donde todos deberán
forjar
nuevas relaciones con personas desconocidas (1 Corintios 13:12).
• Esta promesa de Cristo es
explícita: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se
sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos.” (Mateo 8:11)
Nuestra identidad no es borrada en el cielo.
• Moisés y Elías, que habían muerto
muchos siglos antes, aparecieron para hablar con Jesús en el monte de la
transfiguración. No habían dejado de ser quienes fueron en vida (Mateo 17:3).
El hecho de que los discípulos “reconocieron” a Moisés y Elías parece indicar
que en vez de olvidar quienes fuimos y a quienes nos rodean, sucederá lo
contrario, podremos conocernos unos a otros, aún cuando no nos hayamos visto
personalmente. La familia de los salvos se agrandará en vez de reducirse.
• De acuerdo a Jesús, el rico y
Lázaro se pudieron reconocer el uno al otro en la otra vida, aún cuando uno
estaba en el paraíso y el otro en tormento (Lucas 16:19–31).
• Si hemos de encontrar “aliento” o "consuelo" en
nuestra “reunión” en el arrebatamiento con Cristo y con los salvos que ya han
partido con el Señor, entonces deberemos reconocernos unos a otros en el cielo;
una reunión con extraños no serviría de aliento a nadie, especialmente si esa
reunión durará por “siempre” (1 Tesalonicenses 4:13–18).
• Aunque el tipo de relación que
tenemos con nuestros seres queridos cambiará, todavía recordaremos quienes son
y nos regocijaremos en su salvación (Mateo 22:29–30).
• Si hemos de ser juzgados por
nuestras “obras”, será necesario recordar a quiénes dañamos y cómo. Si no puedo
recordar o reconocer a mi esposa, ¿cómo sería juzgado por los pecados que
cometí contra ella? (o contra un padre, madre, abuela, hijo, etc.). Para pagar
por lo malo que hicimos nuestra identidad y memoria deben estar intactas. Meter
a la cárcel a alguien que tuvo un trasplante de cerebro por obras que no tiene
memoria que cometió no tendría sentido. El castigo es una retribución, pero sin
memorias, es simplemente abuso (Apocalipsis 22:12; 21:8).
• ¿Cómo pueden los salvos
regocijarse en una salvación si no recuerdan de qué fueron salvos y cómo?
Nuestra gratitud por la misericordia de Dios sólo puede ser eterna si
recordamos eternamente el mal que un día hicimos y cómo fuimos salvos por la
gracia de Dios. Tales memorias por necesidad incluyen a aquellos con los que
nos relacionamos cada día de nuestras vidas (Apocalipsis 22:11; 21:7).
¿Qué de nuestros familiares
que no fueron salvos? ¿Cómo ser felices si ellos se perdieron?
• La Biblia dice que Dios “enjugará
toda lágrima” de nuestros ojos y borrará toda tristeza (Apocalipsis 21:4).
• Viviremos en el gozo perfecto del
Espíritu Santo sin límites; mientras que ahora tenemos las “arras” de esa
herencia (Efesios 1:13–14).
• Comprenderemos la justicia
y perfecta santidad de Dios y tal vez la verdadera pecaminosidad y rebelión de aquellos
que, de alguna manera, rechazaron la oportunidad que tuvieron de alcanzar la
salvación en la gracia y misericordia de Dios. Dios será vindicado tanto en su
amor como en su justicia (Apocalipsis 22:14–15, 17; 1 Corintios 13:12).
G. Jorge Medina
www.defensoresdelafe.org
* Parte de este material fue basado en el libro "The Glory of Heaven: The Truth About Heaven, Angels, and Eternal Life" por John MacArthur .
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