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Muchos de nosotros hoy cometemos el mismo error. A veces defendemos más nuestra religión que a nuestro Señor. Con frecuencia nuestra fidelidad a la religión es mayor que nuestra fidelidad a Dios. El verdadero creyente se despoja de todo peso innecesario con tal de agradar a Dios, no importando lo que digan las religiones, los sacerdotes, o los hermanos de la iglesia.
Honrar a nuestro Señor Jesús no viene por medio de prender velas a una imagen, o cargar una cruz a cuestas. Sino que nace de un corazón sinceramente enamorado de Dios que busca siempre cumplir con la voluntad del Señor revelada en la Biblia. Todo lo demás es simplemente rituales vacíos que no nos aprovechan espiritualmente, y que con frecuencia nos alejan de Dios en vez de acercarnos a Él.
Todos aquellos que nos llamamos cristianos, no importando la denominación o religión, debemos hacer caso a las palabras inspiradas de Dios en la Sagrada Escritura. De otra manera, estamos jugando a la religión, pero nos amamos más a nosotros que a Jesucristo.
"Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos." (Exodo 20:2-6)
"El que me ama, mi palabra guardará... el que no me ama, no guarda mis palabras." (Juan 14:23-24)
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