Se dice que el ayudar a desarrollar una buena autoestima en nuestros hijos es importantísimo. Lo mismo se dice de los hijos espirituales en nuestra iglesia local. Se asegura que muchos de ellos sólo lograrán mejorar su estilo de vida, educación, y vida familiar si tienen una medida de confianza que sus metas pueden ser logradas.
Lo que siempre debemos tener cuidado de hacer es enfocar nuestro valor en el verdadero orígen del mismo: El Señor Jesucristo. Mucha de la psicología moderna trata de que las personas se vean a sí mismas como especiales por su propio mérito, la Escritura esta en total desacuerdo con este punto de vista:
"Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno." (Romanos 3:10-12)
Nuestra obras en si mismas no son nada digno de gloria:
"Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento." (Isaias 64:6)
Entonces, ¿por qué somos especiales? Porque Dios nos mira como tales. Sin la gracia y misericordia de Dios el hombre no es valioso, y en sí mismo es en realidad corrompido hasta lo más profundo.
La "autoestima" que proclamamos y debemos enseñar a nuestros hijos e iglesia es aquella que nos muestra lo que somos por la gracia de Dios y podemos llegar a ser por medio de la regeneración espiritual que sólo el nuevo nacimiento puede traer a nuestras vidas. Es decir, no es en realidad autoestima, sino el descubrimiento de nuestra identidad en Cristo. Todo otro tipo de "autoestima" es mundano, carnal, y alejado de Dios. Muchas iglesias modernas que son más bien centros de inspiración que lugares de predicación han perdido en realidad este fundamental elemento. Al no predicar que el hombre es pecador por naturaleza y desviado de todo aquello que es bueno, no pueden tampoco compartir con la gente la necesidad de un "nuevo nacimiento" que puede transformar la naturaleza caída de la persona. Sin esto la persona comienza a creer que en sí misma es algo especial, y su "autoestima" crece, pero no es fruto de la obra del Espíritu Santo, sino simplemente alguien que piensa que puede encontrar en sí mismo todo lo necesario para tener éxito en esta vida. Esta es la autoestima que predicaría el Anticristo, y es el tipo de "autoestima" que la serpiente convenció a Eva a buscar (vea Génesis 3:1-6).
Por el contrario, un creyente verdadero encuentra su identidad por el Espíritu Santo, sabiendo que Cristo en él está formando un nuevo y verdadero hombre (o mujer) y que cada día se va haciendo más y más en la imagen de su Salvador. Es alguien que se ha dado cuenta que "todo lo puede en Cristo que le fortalece," y que "mayor es el que está en él que aquel que en el mundo está." (Filipenses 4:13; 1 Juan 4:4) Cuando te miras en el espejo, no te ves a ti mismo, sino a Aquel que esta siendo formado en ti. No miras las limitaciones del gato que eres, sino el poder del León de la Tribu de Judá siendo formado en tí. Esta es la verdadera idea bíblica sobre nuestra identidad, no un "yo puedo," sino un "Cristo en mí."
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