Como cristianos debemos tener amor y pasión por la doctrina de los Apóstoles. La doctrina debe ser amada y conocida no sólo por los ministros de la iglesia, sino también por cada persona en las bancas. Ciertamente esto es algo que todavía hace falta en la iglesia promedio, todavía hay lugares donde no pueden diferenciar entre un sectario y un cristiano. La pureza doctrinal del Cuerpo de Cristo es algo que debe guardarse como un invaluable tesoro. El Apóstol Judas (no el Iscariote) lo expresó de la siguiente manera:
"Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientement por la fe una vez dada a los santos." (Judas 1:3).
Al mismo tiempo no debemos perder de vista aquello que nos hace hermanos en Cristo: el sacrificio en la cruz de Calvario. Todos aquellos que han nacido de nuevo, del agua y del Espíritu, son hermanos por la preciosa sangre de Cristo (Juan 3:3-5; Hechos 2:38-39; Tito 3:5; 1 Corintos 12:13).
Hay espacio dentro de la familia de Dios para tener ideas divergentes con relación a temas que no son centrales para la salvación de nuestras almas, y debemos respetarnos unos a otros cuando tales divergencias aparecen entre nosotros. Si esto no fuera así la Biblia no nos exhortaría:
"con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz." (Efesios 4:2-3).
La Biblia nos exhorta a tener unidad, no uniformidad. Tenemos derecho a tener nuestras propias opiniones en situaciones donde la Escritura no ha hecho declaraciones doctrinales explícitas.
Por ejemplo, la Biblia declara explícitamente que Dios es uno y que no puede haber otro Dios verdadero (Deuteronomio 6:4; Isaías 43:10-11, etc.). Esto no puede cambiarse. Estar en desacuerdo con relación a estas declaraciones equivale a herejía. La Biblia no hace pronunciamientos tan exactos con relación a otras doctrinas y en ellas debemos ser pacientes unos con otros.
Algunos hermanos "descubren" ciertas "verdades" en la Escritura y de allí en adelante condenan a todo aquel que no las acepta con la misma urgencia que ellos lo hacen. Tal novedad se convierte en la regla con la cual miden a todos los demás, incluyendo otros ministerios. Están dispuestos a discutir su nueva doctrina con todos aquel que esté dispuesto, y forzar una discusión con aquellos que no estén tan dispuestos. Tales personas violan la misma Escritura que pretenden defender y son condenados por la Biblia por estar causando divisiones.
Si es que el punto de vista doctrinal de algun hermano no presenta un peligro (sea espiritual o de otra índole) para el cuerpo de Cristo, entonces he de respetar su derecho de tener una opinión diferente de la mía.
Al final, si alguien insiste demasiado en discutir por su punto de vista, les preguntamos si es necesario ser perfectos en todas nuestras doctrinas para ir al Cielo. Muy pocos afirmarán que esto es absolutamente necesario. Gente dogmática se traiciona a sí misma en situaciones tales. Nuestras mentes funcionan diferente. Nuestra personalidad y temperamento afectan cómo vemos el mundo e interpretamos ciertos factores cuando decidimos nuestra posición doctrinal en ciertos asuntos. Todos nosotros, tarde o temprano, estamos equivocados con relación a algún tema y no por eso perdemos nuestra salvación.
Esperamos que podamos tener paciencia unos con otros y dejémos de juzgarnos unos a otros con relación a doctrinas que no afectarán nuestra futura salvación.
Queremos tener doctrina perfecta, pero por nuestra propia debilidad humana esto será muy difícil hasta que lleguemos a la presencia del Señor, es entonces cuando "conoceré como fuí conocido." Nos esforzaremos con corazones sinceros y humildes para alcanzar la pureza doctrinal, pero también tendremos paciencia con aquellos que están a un nivel diferente del nuestro. El amor de Dios, derramado en nuestros corazones, nos llevará a continuar caminando de la mano del Señor hasta alcanzar Su perfección.
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