"Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros." (1 Pedro 3:15)
miércoles, agosto 31, 2005
Llorad con los que lloran
Una muerte en la familia trae lágrimas a los ojos y tristeza al corazón. Muchas veces pensamos en consolar a los que sufren diciéndoles: "No llores, ha pasado a mejor vida, ya está con el Señor." Nos sentimos mal cuando alguien llora, y tratamos de convencerlos de que no lo hagan, de distraerlos, etc. Pero la realidad es que llorar es precisamente lo que necesitan en ese momento.
Aunque la persona querida haya sido salva de acuerdo a Hechos 2:38, todavía hay tristeza en nuestros corazones, no porque estemos tristes por ella, no estamos diciendo: "Pobrecita porque falleció," sino que estamos tristes por nosotros mismos, porque perdimos la presencia de nuestro ser amado, o por su familia (esposo, hijos, etc.).
La Biblia enseña que hay un tiempo para llorar:
"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado... tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar." (Eclesiastés 3:1-4)
El Nuevo Testamento da el sabio consejo:
"Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran." (Romanos 12:15)
Cuando veas a alguien sufriendo la muerte de un ser amado, no trates de impedir que lloren, abrázalos y llora con ellos; al hacerlo, no sólo ayudarás a sanar un corazón, sino que también seguirás el ejemplo de tu Maestro:
"Jesús lloró" (Juan 11:35)
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