martes, septiembre 30, 2008

Una niña, su madre, y el homosexualismo


La madre cristiana no podía creer lo que sus oídos habían escuchado, su niña de 14 años, que había crecido en la iglesia, acababa de discutir con ella diciendo que los homosexuales no tienen la culpa de sus inclinaciones y que ellos no pueden cambiar aunque quieran.

Esta madre había hecho todo lo que pensaba correcto, pero algo en algún momento había instruido otras convicciones en el corazón de su niña. No es que la madre sentía odio por los homosexuales, simplemente que ella pensaba que el estilo de vida homosexual era un pecado moral, tanto como el adulterio, las drogas, o la borrachera.

Su niña la sorprendió aún más diciéndole que su mejor amiga era gay (lesbiana) y que se la llevaban muy bien. Su amiga hasta asistía a una iglesia cristiana evangélica y que en su iglesia habían otras personas como ella, y que su pastor les enseñó que a Dios no le importa la orientación sexual de las personas, con tal que amen a su prójimo y crean en Cristo como Salvador.

El pastor de la iglesia había en ocasión mencionado que algunas denominaciones dentro del movimiento evangélico hace años habían comenzado a aceptar tal estilo de vida como "normal" y aceptable ante Dios. La madre ahora deseaba haber prestado más atención durante los estudios bíblicos con referencia a temas de actualidad, pero en realidad ella pensó que tales cosas no le afectarían a ella ni a su familia. Todos ellos eran fieles asistentes a la iglesia y aparentemente no estaban en peligro de ser afectados por la sociedad.

Lo que ella no había previsto es que aunque ella se la pasaba en casa, su niña asistía a una escuela secular donde la indoctrinación de los maestros, la influencia de sus compañeros y aún los programas de televisión que veía, inculcaban el homosexualismo como un estilo de vida "alternativo," y nunca había oído los argumentos bíblicos ni morales con relación al tema. Para esta niña, el homosexualismo era algo normal, saludable y que no podía ser cambiado. Durante años le habían enseñado tal cosa. Para ella, lo que su mamá le había dicho ese día, que el homosexualismo era pecado y una abominación frente a Dios, no tenía sentido. Dios era amor. El no odiaba a nadie, y ciertamente no odiaría a alguien tan buena como su mejor amiga. Tiempo después la niña dejó de asistir a las reuniones de la iglesia.

¿Qué hacer en semejante situación? ¿Está la madre en lo correcto al decir que la homosexualidad es pecado? ¿Le importa a Dios nuestra preferencia sexual? ¿Pueden los homosexuales cambiar? ¿Cómo debemos relacionarnos con los homosexuales?

Tales preguntas son apropiadas y necesitan respuesta, pero para verdaderamente lidiar con este tema debemos dejar a un lado nuestros prejuicios y aferrarnos a la Palabra de Dios revelada en la Biblia como única autoridad infalible. Las opiniones de los hombre, aunque importantes y necesarias, son limitadas y pueden estar erradas. Para resolver una situación tan llena de mala información debemos someter nuestro orgullo a la única Autoridad infalible: Dios.

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios."
(1 Corintios 6:9-11)

De acuerdo a la Biblia los homosexuales y afeminados no pueden heredar el reino de Dios, pero al mismo tiempo anuncia que algunos que estaban atrapados en estos y otros pecados, habían cambiado sus vidas por medio del nombre del Señor y por medio de Su Espíritu Santo; es decir, por medio del nuevo nacimiento que incluye la invocación oral del nombre de Jesús sobre la persona (bautismo en agua) y la recepción del Espíritu de Dios (el bautismo del Espíritu con la evidencia de hablan en lenguas). (Vea por ejemplo: Juan 3:3-5; Hechos 2:37-39; Tito 3:5; etc.)

Creemos que para toda persona sincera, estos pasajes bíblicos son suficientes. Dios quiera que la niña de esta historia todavía crea lo suficiente en la Biblia como para aceptar el punto de vista divino, antes que el punto de vista tergiversado de una sociedad que ama el pecado.

Al mismo tiempo la experiencia de esta madre debería ser una llamada a otros padres a despertar del sueño. El mundo está influenciando a nuestros hijos, muchas veces aún sin que nos demos cuenta. Como padres tenemos una responsabilidad de instruirlos en el camino del Señor. Tal tarea no corresponde a la escuela dominical o al pastor de la iglesia. La Biblia enseña que tal responsabilidad pertenece a los padres.

El tema de la homosexualidad debe ser tratado con entendimiento, misericordia y mucho tacto. No podemos odiar a la gente atrapada en tales pecados, como no odiamos a otras víctimas de los engaños del enemigo. Debemos darles el evangelio que puede cambiarlos con mucho amor. Ellos también pueden venir a los pies de un Dios lleno de gracia que espera darles una nueva vida a través del nuevo nacimiento.

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