Cuando Dios nos llama
El libro de Génesis relata la búsqueda de Dios después del pecado del hombre.
“Pero el SEÑOR Dios llamó [Heb: qará'] al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9)
La esperanza era que el hombre también llamara a Dios: "Aquí estoy, Señor". Pero, en esta ocasión, sólo silencio…
Es difícil para hombres pecadores como nosotros siquiera imaginar que Dios desee comunión con nosotros. Que Su llamado es constante, buscando al ser humano (tanto hombres como mujeres) para pasar tiempo con ellos. En la tradición judía, Dios iba al jardín cada tarde para pasar tiempo con Adán. Pero ese día, cuando el pecado había revelado al hombre su propia indignidad, se esconde del Amigo Celestial. Adán sabe que no es digno y esa realidad hace que se aparte de Dios.
El divino llamado: "¿Dónde estás tú?" queda sin respuesta hasta después del nacimiento de Enós, hijo de Set; sólo entonces leemos:
“A Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces se comenzó a invocar [Heb: qará'] el nombre del SEÑOR.” (Génesis 4:26 RVA2015)
No debería sorprendernos cuan importante es, aún hoy, que "invoquemos" al Señor. Esa es Su voluntad, esa es la manera en la que establecemos (o restablecemos) nuestra comunión con Dios.
“Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.” (Hechos de los Apóstoles 2:21)

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